Cuando ayudamos a otras personas, no sólo ellas se benefician, sino que nosotros también, ya que en nuestro cerebro las regiones de recompensa se ven sumamente activadas.

Cuando ayudamos a los otros, también nos beneficiamos a nosotros mismos

Fecha 30 de Enero de 2014

Artículo de uso libre, sólo se pide citar autor y fuente (Asociación Educar).


Anteriormente se consideraba que el beneficio de ayudar a los otros se encontraba en la reciprocidad, ya que cuando lo necesitáramos estos nos podrían devolver el favor. Sin embargo, las nuevas investigaciones presentan que el beneficio es inmediato para nuestra UCCM (unidad cuerpo cerebro mente), impactando positivamente en nuestra salud y estado emocional.

Investigadores de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), liderados por Naomi Eisenberger, directora del Laboratorio de Neurociencia Afectiva y Social, estudiaron la actividad de los cerebros de 20 voluntarias, a quienes en determinadas situaciones se les permitía ayudar a sus parejas y en otras no, mientras ellos recibían un molesto estímulo eléctrico.

Los resultados marcaron que cuando las mujeres podían ayudar a sus parejas, las áreas cerebrales relacionadas con la recompensa se activaban cosa que no sucedía cuando no podían hacerlo.

El estriado ventral (núcleo accumbens y bulbo olfatorio) y el área septal, eran las zonas que presentaban un notable aumento de actividad, cuando podían aunque sea sosteniendo el brazo de sus prometidos, ayudarlos mientras recibían la descarga y si la actividad en estas zonas era mayor, más conectadas y unidas decían sentirse con sus parejas. Cuando no podían ayudarlos, estas regiones disminuían su actividad. 

El núcleo accumbens se activa ante la comida, el sexo, experiencias gratificantes, conductas motivadas, adicciones, etc., al recibir un baño del neurotransmisor relacionado con el placer. El hecho de que se active al ayudar o contener a otro presenta el modo en que esta experiencia es procesada por el cerebro como placentera.

El área septal, además de ser un centro de placer, desempeña una función reguladora del estrés, a través de la inhibición de otras regiones del cerebro en donde se procesan las amenazas, como la amígdala una región conocida por desempeñar un papel en las respuestas de miedo y el estrés.

Nuestro instinto gregario (vivir en grupos), desde nuestros comienzos fue sinónimo de garantía de supervivencia para nuestra especie, e indudablemente dar apoyo a la pareja, hijos, miembros del grupo, aumentaron nuestras probabilidad de supervivencia y, por lo tanto, está en nuestros genes debido a su importancia en nuestra historia evolutiva.

El estrés, las preocupaciones y la inmensa cantidad de distractores de la vida moderna nos hacen sentir como si siempre tuviéramos cosas pendientes y urgentes por hacer, lo que nos da sensación de peligro de supervivencia inmediata personal, activando la amígdala cerebral y con ello disminuyendo nuestra capacidad afectiva y social.

Desde la Neurosicoeducación, consideramos que ayudar a otras personas, algo que llevamos en nuestros genes, nos da placer y disminuye el estrés. Por ello, deberíamos plantearnos cómo generar contextos constructivos cotidianos para tener espacios en donde relacionarnos y tener en cuenta a los otros sea una constante. 

Si cada día ponemos parte de nuestra atención consciente, que como hemos presentado en otras notas es limitada y parte de la corteza prefrontal (el área más evolucionada de nuestro cerebro), en proponernos un espacio para ayudar, contener, escuchar y compartir con nuestros seres queridos más cercanos, los haremos más felices a ellos, a nosotros y, sin dudas, estaremos enriqueciéndonos y educándonos mutuamente para aprender a disfrutar y valorar la importancia del altruismo. Nuestro cerebro, al bañarse de dopamina, reforzará el querer repetir la conducta, y de este modo, sin darnos cuenta, nuestra vida y el mundo serán un poco mejor cada día. 

Funciones ejecutivas:

Si bien podemos tomar una decisión desde la corteza prefrontal, los múltiples distractores pueden atrapar nuestra atención y hacernos dejar nuestros deseos de lado.

La atención consciente o atención ejecutiva nace en la corteza prefrontal. Y no puede estar activa todo el tiempo, ya que estos consumen mucha energía. Por ello para llevar adelante un plan como lo es dedicar tiempo cada día a ayudar, contener, escuchar y compartir con nuestros seres queridos es necesario cumplir con ciertas posibles estrategias.

  1. Poner una alarma en nuestro celular o computadora, dos veces en el día que nos recuerde, el plan.
  2. Hacer un registro diario, de si pudimos cumplirlo o no.

De esta manera podremos en práctica y desarrollaremos dos funciones ejecutivas de excelencia: el manejar nuestra atención, para ser capaces de cumplir con un objetivo (estrategia 1) y monitorear y supervisar nuestra conducta para alcanzarlo (estrategia 2). 


Referencia:

  • Inagaki, T. K., & Eisenberger, N. I. (2012). Neural correlates of giving support to a loved one. Psychosom Med, 74(1):3-7. doi: 10.1097/PSY.0b013e3182359335