
Cooperativos desde pequeños
Para poder cooperar y lograr propósitos compartidos, desde nuestros inicios los Homos sapiens sapiens tuvimos que hacer uso del autocontrol para lograr retardar la gratificación. Esto significa resistir las tentaciones personales a corto plazo o inmediatas, a favor de saber esperar para obtener objetivos compartidos a largo plazo.
Una de las pruebas más conocidas de autocontrol es el Test del malvavisco, realizada a principios de los años 70´ por Walter Mischel en la Universidad de Stanford. En el modelo clásico se les presentaba a niños de entre cuatro y seis años un malvavisco o dulce apoyado sobre una mesa y un experimentador les decía que podían comerlo inmediatamente o esperar hasta que él regresara, en cuyo caso recibirían una segunda golosina. Alrededor de un tercio de los niños pudieron esperar hasta 15 minutos la vuelta del investigador.
Para poder descubrir si nuestro autocontrol y retardo de la gratificación difiere en situaciones cooperativas, investigadores del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig, Alemania, utilizaron una versión modificada del Test del malvavisco. El estudio fue liderado por Rebecca Koomen, quien trabaja con chimpancés y niños de diversas culturas para explorar las raíces de las habilidades sociales humanas en situaciones de interdependencia social.
Los científicos formaron parejas entre más de 200 niños de cinco y seis años y les hicieron jugar primero a un juego de lanzar globos para que pudieran sentirse cómodos en el entorno. Luego llevaron a los miembros de cada pareja a habitaciones diferentes y pusieron delante de ellos un dulce. Algunos de los chicos debían en forma individual decidir si esperar y comer un segundo dulce como en el experimento tradicional. Otros eran informados que formaban una pareja, en donde solo si ambos integrantes esperaban recibirían otro dulce. En esta segunda condición tenían además de tener que autocontrolarse, confiar en que el otro niño también lo hiciera.
La experimentación se llevó a cabo con niños de kikuyu, Kenia, y alemanes. Pese a las diferentes culturas, más niños esperaron para comer el segundo dulce, lo que sugiere que los pequeños están más dispuestos a retrasar la gratificación por objetivos cooperativos que por individuales.
En otra investigación, Koomen, junto a Esther Herrmann, también del Instituto Max Planck, pudo observar cómo niños de seis años pudieron desarrollar estrategias colaborativas. Para este estudio, diseñaron un tanque que se llenaba lentamente de agua. El líquido salía a través de dos grifos, cada uno de los cuales llenaba una serie de botellas. En cada grifo, un niño de seis años controlaba el flujo de agua hacia las botellas. Si alguno de los pequeños tomaba más agua, se cortaba para ambos.
Los niños lograron desarrollar estrategias de cooperación para gozar del recurso en común. Por ejemplo, acordaban esperar a que subiera el agua y ahí llenaron a la par las botellas, o se distraían uno al otro para lograr autocontrolarse y poder dejar pasar ese tiempo.
Ambos trabajos sugieren que desde temprana edad los chicos están equipados para responder a las interdependencias sociales de manera que faciliten el éxito cooperativo. Y por ello, tal vez, deberíamos comenzar a poner mayor atención en pensar cómo mantener y desarrollar esta tendencia, que sin lugar a dudas nos permitirá lograr un mundo mejor para todos.
Bibliografía:
- Koomen, R., Grueneisen, S., & Herrmann, E. (2020). Children Delay Gratification for Cooperative Ends. Psychological Science. https://doi.org/10.1177/0956797619894205
- Koomen, R., & Herrmann, E. (2018). An investigation of children’s strategies for overcoming the tragedy of the commons. Nature Human Behaviour, 2(5), 348–355. https://doi.org/10.1038/s41562-018-0327-2
- Tomasello, M. (2009). Why We Cooperate. MIT Press.
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