Aprendemos equivocándonos. Sin embargo, los adolescentes y los adultos le tienen miedo al error. Para evitar esta sensación, el aprendizaje debe seguir la lógica de las vacunas que contienen una versión atenuada de un virus (el error) y le dan a nuestro sistema inmunitario la posibilidad de desarrollar anticuerpos contra ese virus (la solución).

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Fecha 19 de Julio de 2018

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Una parte importante de los esfuerzos de nuestros cerebros está dedicada a tratar de prevenir los problemas. Esto no debe sorprendernos debido a que tenemos cableado el miedo al fracaso en el sistema nervioso.

La experiencia cerebral que conlleva una frustración es tres veces más intensa que la de éxito. Pareciera que la expresión “más vale pájaro en mano que cien volando” estuviera tatuada en nuestro ADN.

Las leyes y las reglas tratan de resolver problemas. Hasta la misma Constitución puede ser vista como un intento de hacer un listado de normas para prevenir inconvenientes.

El gran inconveniente es que los seres humanos no aprendemos de esta manera. Simplemente no estamos configurados cerebralmente para ingerir un montón de información abstracta y luego comportarnos según ese algoritmo. Por ejemplo, si a cualquier niño pequeño su madre le dice que no toque el horno porque está caliente es muy probable que el chico en algún momento lo haga a pesar de la advertencia: aprendemos equivocándonos.

Esta es la gran complicación del aprendizaje tradicional. Los niños le tienen menos miedo al error que los adolescentes y los adultos. Esto se debe a que a medida que crecemos ya sabemos por experiencia cuán doloroso puede ser fracasar. Pero si tememos cometer errores y el error es la única manera de aprender, ¿cómo podemos aprender? Este es un verdadero desafío.

Sin el error el aprendizaje no es efectivo. Es como una vacuna: uno no puede desarrollar inmunidad contra un virus sin experimentarlo personalmente, pero esto nos enfermaría. Por esto las vacunas a menudo contienen una versión atenuada del virus dándole a nuestro sistema inmunitario la posibilidad de desarrollar anticuerpos contra el virus y, por lo tanto, quedar inmunes frente a sus ataques.

El aprendizaje debería ser igual: una vacuna contra el error, pero no una prevención del error.

Muchos docentes también intentan cargar a sus alumnos con una gran cantidad de conceptos. Pero esta no es la mejor manera de aprender debido a la forma que nuestro sistema nervioso construye sus aprendizajes y memorias. Nuestro cerebro no aprende fácilmente los conceptos abstractos salvo que lo haga mediante la memorización, pero esto requiere de mucho tiempo.

Nuestro sistema nervioso suele aprender (como sucede cuando cometemos un error) experimentando un problema y luego buscando la mejor solución. El tiempo que dure esta experiencia generará un mayor peso neural en nuestros circuitos neuronales y creará una memoria que cuando encuentre dicho problema en el mundo real será más relevante y más fácilmente accesible.


Referencia bibliográfica:

  • Carey, B., (2015). How We Learn: The Surprising Truth About When, Where, and Why It Happens. New York: Random House.

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