Hay momentos en los cuales las situaciones que vivimos con los hijos-alumnos con TDAH nos superan y terminamos abrumados. Sin embargo, cuando aparece un momento difícil, es una buena alternativa parar la pelota, analizar el contexto y conversar, para así convertirnos en aliados de los chicos en lugar de ser adversarios.

Trabajando juntos para empoderar a los alumnos - hijos con TDAH (tercera parte)

Fecha 21 de Junio de 2019

Leer: primera parte; segunda parte; cuarta parte.


2. Compasión

¿Qué es la compasión cuando está a cargo (como padre-madre o docente) de un niño con TDAH? El Dalai Lama cree que el amor y la compasión son necesidades, no lujos para la supervivencia humana.

La compasión en la enseñanza y en la crianza significa ser capaz de ver a su alumno-hijo donde ellos están: con empatía y paciencia en el contexto de su desarrollo cognitivo, social, emocional y físico.

Cuando su hijo de nueve años desparrama el champú por las paredes de su baño para probar cuan espumosas se pueden volver y luego lo rocía con agua para hacer una lluvia de burbujas, esparciendo toda esta chanchada por el baño, no es muy probable que reaccione ante su arrebato de curiosidad con empatía. En realidad, estará fu-rio-sa.

Es justamente en estos momentos que tiene que buscar en lo más profundo de su ser, recordar la necesidad de la compasión y encontrar algo de ella para hablar con su hijo.

El primer paso para poder sentir compasión por los otros es cultivar algo de ella para usted mismo. Si los adultos que educan y crían a los niños con TDAH pueden aceptarse tal cual son, incluidas sus mezquindades y errores, les será más fácil aceptar las vulnerabilidades de estos niños.

La compasión es una forma de marco mental que rechaza condenar y abraza a los demás tal cual son en un momento dado aun cuando no sean como le gustaría que fueran. También abarca perdonar. El cerebro del niño con TDAH, focalizado en un presente perpetuo, no tiene la tendencia a guardar resentimientos o rencores: lo que pasó ayer o la semana pasada hace rato que se olvidó ante lo que está sucediendo en este preciso momento.

Como docente o padre, su cerebro adulto recuerda incidentes que su alumno-hijo felizmente ya olvidó. Una semana después usted aún puede estar enojada por todo lo que le costó limpiar la nueva decoración del baño con champú que hizo su hijo, pero él hoy está focalizado en si usted finalmente le comprará esas zapatillas brillantes que tanto desea.

Perdonar, el compañero de la compasión, necesita ser capaz de seguir adelante. Apuesto a que usted se pregunta, “¿Cómo puedo perdonarlo y seguir adelante con todos los incidentes irritantes y sin resolver que afloran todos los días?”.

Los docentes y padres saben que es difícil perdonar o seguir adelante cuando su alumno-hijo no tiene registro de lo que hace o no nunca pide disculpas. La mejor opción para usted es tener una conversación con su alumno-hijo en un momento tranquilo dentro de su ventana temporal de 24 horas de recuerdo de lo que hizo. Diga lo que necesita decir, vea que esto sea escuchado y asegúrese de que su alumno-hijo registre lo que hizo.

Cuando la conversación termine, apriete el botón de reinicio y siga adelante.

3. Colaboración

La colaboración involucra escuchar y respeto mutuo. Esta no es la retroalimentación que usualmente recibe el niño con TDAH. Generalmente se les dice que están haciendo algo mal y que deben hacer las cosas de otra forma. Como a todas las personas, a los niños con TDAH no les gusta que otros les digan qué tienen que hacer en la casa, la escuela y el club.

Prefieren evitar tener que pensar sobre sus problemas, tan sólo desean “atravesarlos”. Pero ellos saben que a veces necesitan ayuda y, a pesar de sus protestas, desean que usted trabaje con ellos para descubrir qué es lo que tienen que hacer.

Cuando colabora con un niño o adolescente con TDAH debe abordar los problemas con una actitud de “nosotros” en vez de una actitud de “ustedes”. Están trabajando juntos para abordar problemas que ambos tienen.

Esto significa que usted y su alumno-hijo con TDAH reconocen un problema, pero usted, el adulto, no va a “dictar” las soluciones.

Esto es un ejemplo de la actitud “nosotros” en la vida real: usted y su hijo de diez años coinciden en que él tiene una dificultad para dejar la play cuando los 45 minutos asignados han terminado. Se supone que él debe ayudarla a poner la mesa cuando termina de jugar a la play.

Cuando usted le dice que deje de jugar porque su tiempo se ha terminado frecuentemente se produce una batalla de Stalingrado.

Él le sigue pidiendo, una y otra vez, un minuto más para seguir jugando, para poder terminar una misión, mientras usted corre por la cocina tratando de preparar la cena y la mesa todavía no está preparada (¿le suena familiar?).

Termina gritándole, él le contesta llorando y chillando, y la comida llega fría a la mesa. El resto de la noche transcurre también de mala manera, el baño y el momento de acostarse son desagradables y estresantes. Usted y su hijo están tristes e insatisfechos por la secuencia de eventos.

¿Qué puede hacer que sea colaborativo?

Lo primero es tener una conversación en un momento planeado y específico: una charla durante la cual ambos comparten qué está pasando en la relación que tienen. Describa sus frustraciones y luego pídale a su hijo que comparta su perspectiva. Usted puede contarle su infelicidad por gritarle y su deseo de tener una linda cena en familia.

Su hijo puede contarle cuán difícil es para él dejar de jugar a la play cuando aún no ha finalizado el nivel en el que está jugando.

Cada uno habla y cada uno escucha. Identifiquen áreas de acuerdo sobre lo que no está funcionando.

Luego elijan uno o dos cambios que ambos piensan que son posibles de realizar. Tal vez ambos piensan que un reloj despertador, con dos alarmas, es una mejor señal que usted repitiéndole varias veces que el tiempo ya terminó. O tal vez su hijo prefiere que cuando suena la alarma del despertador usted vaya a la habitación donde está jugando y lo abrace.

Se ponen de acuerdo en probar una de estas estrategias durante una semana y luego charlar para ver cómo está funcionando.

Cuando usted incluye a su hijo-alumno en el proceso de abordar conductas problemáticas y escuchar lo que dicen, se convierte en su aliado no en si adversario.

Por supuesto que hay momentos de crisis en los cuales problemas de salud y seguridad hacen que usted deba dar un paso adelante y tomar una decisión unilateral. Si su hijo (que recientemente ha sacado el registro de conducir) vuelve un sábado a la noche y se entera que ha violado todas las leyes de tránsito, debe decidir si el próximo fin de semana le volverá a prestar el auto. Si su hijo de siete años se despierta en el medio de la noche para jugar a la play usted tiene que intervenir.

Su alumno-hijo necesita que usted sea el adulto, no su amigo.


Referencia bibliográfica:

  • Barkley, R. (2016). Managing ADHD in School: The Best Evidence-Based Methods for Teachers. Eau Claire: PESI.

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