
Emociones positivas y salud
Artículo de uso libre, sólo se pide citar autor y fuente (Asociación Educar).
Día a día, diferentes medios de comunicación nos recomiendan ciertos hábitos que contribuyen a mejorar nuestra salud, tales como consumir cinco frutas diarias, comer vegetales de todos los colores, caminar, correr, etc. Gracias a esta información, nos empeñamos en buscar lugares en donde comprar o sentarnos a comer alimentos saludables, gimnasios y nuevas propuestas de actividades físicas.
Sin embargo, para cuidar de nuestro cuerpo también existen otros componentes intangibles sumamente importantes, como podría ser tener un estado de ánimo optimista, compartir tiempo con gente amiga o ser amables con otras personas. Si deseamos pensar más profundamente, podremos advertir que estas actividades asimismo beneficiarán ampliamente a las sociedades en general.
Por lo tanto, estamos en condiciones de decir que hay dos puntos muy a favor de los segundos hábitos, ya que podemos ponerlos en práctica en cualquier espacio en donde nos encontremos y, además, sólo necesitamos de nosotros mismos para poder llevarlos adelante.
Diversos estudios (entre los que se puede nombrar el realizado por Karina Davidson en el Centro de Salud Cardiovascular Conductual de la Universidad de Columbia, Nueva York) presentan que aquellas personas que experimentan frecuentemente emociones positivas tienen mejor salud y menores chances de sufrir afecciones cardiacas.
De hecho, un nuevo trabajo liderado por Bethamy Kok y Bárbara Fredrickson, ambas de la Universidad de Carolina de Norte, corrobora los cambios positivos que se producen en quienes durante un tiempo trabajan con sus emociones y en los vínculos con otras personas.
La investigación se realizó con la colaboración de 65 voluntarios, quienes fueron divididos al azar en dos grupos: A y B. A los participantes del A, se le dieron clases para enfocarse en pensamientos agradables hacia ellos mismos (puedes ser feliz, puedes sentirte seguro) y hacia otras personas. Por su parte, los del B quedaron como grupo de control y a la espera de clases futuras. A las personas del grupo A también les aconsejaron concentrarse en pensamientos positivos en medio de situaciones estresantes.
Durante las 9 semanas que duró el estudio, todos los participantes debieron completar planillas en donde registraron sus emociones ―tanto positivas como negativas― y la intensidad de las mismas, calificándolas de 1 a 10.
Además, antes del inicio del trabajo y al final del mismo, los profesionales tuvieron en cuenta la variabilidad de la frecuencia cardíaca, ya que ésta permite medir la sensibilidad del nervio vago (o nervio neumogástrico). Este nervio comienza en el encéfalo y llega con numerosas ramificaciones a distintos órganos torácicos y abdominales, incluyendo el estómago y el corazón. Tiene como misión emitir señales, diciéndole a los órganos que bajen el ritmo durante los momentos de calma y seguridad.
Los resultados del trabajo de la Universidad de Carolina del Norte arrojaron que quienes tomaron y aplicaron en sus vidas lo aprendido en las clases mostraron un incremento general de las emociones tanto de alegría como de serenidad. Estos cambios emocionales correlacionan, a su vez, con una mayor sensación de conexión con las otras personas. También presentaron que las personas del grupo A incrementaron su tono vagal de manera significativa, en relación con los del grupo B. Sin embargo, la gran diferencia sólo se mostró en aquellas que se sintieron más felices y más conectadas socialmente.
Esto sugiere que algunas personas tienen mayor o menor facilidad para modelar y manejar sus emociones y, por ende, para obtener un marcado resultado de bienestar psicosomático. Sin embargo, esto de ninguna manera significa que exista un determinismo que haga que los beneficios de las prácticas propuestas no puedan ser alcanzados por todos, ya que el cerebro goza de neuroplasticidad y de la capacidad de aprender. Según Bethany Kok, “las personas deben trabajar cada día en sus emociones positivas y conexiones sociales, lo cual incrementará, al principio, levemente el tono vagal, por lo que será el primer paso que las llevará luego hacia beneficios más amplios”.
Como hemos visto en el párrafo anterior, cada uno de nosotros puede tener mayor o menor facilidad para generar y sentir emociones positivas. Pero, dado que nuestro cerebro es altamente social, aprende por imitación y las emociones son contagiosas, sería muy inteligente de nuestra parte no esperar y comprometernos a empezar ya mismo a mejorar nuestras vidas y las de las personas con las cuales nos relacionamos con buenas dosis de alegría, buen trato, respeto, tolerancia y, por supuesto, muchas sonrisas.
La ciencia nos ayuda con sus trabajos a descubrir lo importante que somos, pero cada uno de nosotros debe aportar su granito de arena y contribuir en la creación de mejores sociedades.
Para conocer cómo funciona el nervio vago basta con medir el ritmo cardíaco al respirar. Un funcionamiento sano se refleja con un ligero incremento del ritmo cardíaco al inspirar, y una sutil disminución al espirar. La diferencia da lugar a un índice de tono vagal que representa un índice para el estado funcional de todo el sistema nervioso parasimpático. El registro de este valor está relacionado con la salud; inclusive, los números bajos, por ejemplo, se han conectado con procesos inflamatorios y con ataques cardíacos.
Al ayudar a regular el ritmo cardíaco, el nervio vago ha sido tratado como un sustrato fisiológico de regulación de la emoción y la excitación. Por ello se lo toma como un componente central del sistema de compromiso emocional de una persona, ya que las que tienen mayor tono vagal tienden a ser mejores en la regulación de sus emociones.
Bibliografía:
- Kok, B. E., & Fredrickson, B. L. (2010). Upward spirals of the heart: autonomic flexibility, as indexed by vagal tone, reciprocally and prospectively predicts positive emotions and social connectedness. Biol Psychol, 85(3):432-6. doi: 10.1016/j.biopsycho.2010.09.005
- Fredrickson, B. L. (2004). The broaden-and-build theory of positive emotions. Philos Trans R Soc Lond B Biol Sci, 359(1449):1367–1378. doi: 10.1098/rstb.2004.1512