
Pensando la empresa del siglo XXI: ¿podemos hacerlas más humanas?
“...La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar salidas y soluciones. Sin crisis no hay soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es rutina, es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno…”.
Estamos transitando el siglo XXI; parecía que al llegar a este momento histórico todo estaría casi resuelto. De hecho, podemos acceder a tecnología que nos permite comunicarnos con cualquier persona en cualquier lugar o animarnos a crear seres vivos en probetas utilizando recursos que hasta hace 20 años eran impensados.
Quienes frecuentamos el mundo de las organizaciones, repetidas veces nos enfrentamos a una realidad en la cual se puede distinguir desgano en el trabajo, stress, cansancio, ganas de que sea viernes, desmotivación, falta de creatividad, etc. Ante estas distinciones, las preguntas que aparecen son:
- ¿Qué nos está pasando que no logramos acoplar tecnología, desarrollo humano, alegría y armonía en el trabajo?
- ¿Se puede lograr que las personas sientan que cuando trabajan vivan y se sientan bien al mismo tiempo que cumplan con objetivos empresariales?
- ¿Cómo podemos encontrar una manera de hacer el trabajo y relacionarnos sin generar vínculos disfuncionales que terminen afectando a una parte o a toda la empresa?
Repasando algunos autores, recordamos a Dee Hock (creador de la tarjeta VISA), quien en unos de sus libros enunció las tres preguntas que para aquel momento este autor se hacía:
- ¿Por qué todas las instituciones, ya sean políticas, comerciales o sociales, son cada vez más incapaces de ocuparse de sus asuntos?
- ¿Por qué los individuos de todas partes tienen cada vez más conflictos y se hallan cada vez más aislados de las instituciones a las que pertenecen?
- ¿Por qué la confusión reina cada vez más en la sociedad y en la biósfera?
Estás preguntas puede que sean iguales o parecidas a las que nos hacemos quienes estamos en responsabilidad de líder empresarial o quienes trabajamos desde ámbitos profesionales y académicos cuando abordamos la realidad empresarial.
Continuando con el autor antes mencionado nos dice:
“…La era industrial, las instituciones jerárquicas, basadas en el orden y el control que, en los últimos siglos han pasado a dominar nuestras vidas comerciales, políticas y sociales, son cada vez más irrelevantes frente a la explosiva diversidad y complejidad que caracteriza a la sociedad en todo el mundo. Están fracasando, no sólo en el sentido de venir abajo, sino también en la forma más común y perniciosa; las organizaciones cada vez más incapaces de alcanzar el propósito para el que se las creó y que sin embargo no dejan de expandirse, de diezmar la tierra, de disminuir la humanidad”.
La naturaleza de estas organizaciones aísla y desanima a los que se quedan encerrados en su seno.
Debemos cuestionarnos seriamente los conceptos que se derivan de las estructuras de organización actuales y preguntarnos si son los más adecuados para la gestión de los problemas sociales y ambientales que van en aumento. Incluso, podemos ir más allá y pensar si no son la causa de los problemas.
La invitación es a reflexionar sobre el concepto de organización y en las convicciones, valores y creencias de las personas. También a animarnos a pensar en organizaciones cuya dinámica sea diferente.
La conducta social y los resultados pueden verse enormemente alterados por pequeños cambios en convicciones y valores muy interiorizados. Comenzar con esta actividad reflexiva puede ser el disparador hacia lugares más humanos, encuentros más genuinos y espacios más confortables.
Desde la Universidad Nacional de Villa María venimos investigando en la línea de generar espacios organizacionales más armónicos.
Convencidos de que son las creencias que sesgan nuestros comportamientos, es que aparecimos con una encuesta. La misma la realizamos en dos instancias. Una en una muestra de 91 empresarios de la ciudad de Villa María y la otra utilizando el mismo instrumento. En colaboración con la Asociación Educar para el Desarrollo Humano, que desde su espacio virtual generó la invitación a responderla.
Compartimos algunos resultados de las respuestas que obtuvimos en el espacio virtual. Cabe aclarar que el alcance fue toda América.
Frente a la pregunta “¿Cómo actúan motivadas las personas al tiempo de trabajar?”:
Frente a la pregunta “¿Cómo prefiere que sea en el trabajo la persona que forma parte de su equipo?”:
Al preguntar sobre la responsabilidad de una empresa, se obtuvieron las siguientes respuestas:
A la luz de estas respuestas y comparándolas con otras investigaciones de alcance local y nacional, estamos en condiciones de comentarles que desde el mundo empresarial aparecen empresarios que desean que las personas puedan ser autónomas en sus trabajos, como así también entienden el rol de la empresa en el siglo XXI, no sólo generando riqueza económica, sino colaborando al desarrollo ambiental, social y humano.
La pregunta que podemos hacernos es si es posible seguir haciendo empresa desde el modelo Taylorista, que aparece desde la creencia de un humano agresivo, racional, utilitarista y sin motivación intrínseca.
Lo cierto es que disciplinas como la biología o la neurociencia, entre otras, nos brindan nueva información sobre cómo aparece el humano en sociedad, un humano colaborativo, emocional, que desea sentirse bien y que no sólo le importa el dinero.
Es desde estas disciplinas que estamos enriqueciendo el sustrato epistemológico de la administración y en este momento estamos abordando una intervención sostenida en estas nuevas creencias.
La administración como ciencia necesita pensarse desde un conocimiento holístico de la organización. Es necesario animarse abordar estos cambios en el conocimiento, para que luego desde el convencimiento aparezca la acción dotada de coherencia.
La invitación está hecha.
¿Nos animamos a pensar una empresa distinta?