Estrategias para lidiar con los desbordes emocionales de nuestros hijos y no utilizar los modos de nuestros padres en el intento.

Estar en tu mejor estado emocional cuando tus hijos están en su peor momento emocional (primera parte)

Fecha 10 de Octubre de 2019


Construyendo el Arca antes del diluvio

¿Alguna vez se ha encontrado en la situación de que sus hijos lo han sacado de sus casillas y siente que comienza a perder el control?

Puede escuchar lo que dice, pero no puede parar. La frustrada y poderosa voz que utiliza con sus hijos proviene de un extraño “estresante volver al pasado”.

Se escucha hablando exactamente igual a como lo hacían su madre o su padre cuando usted se portaba mal. Y paradójicamente recuerda con claridad que en esos momentos juraba y perjuraba que cuando creciera JAMÁS les hablaría así a sus hijos.

Pero aquí está, utilizando las mismas palabras con el mismo tono de acero. Y como si verse actuar de esta manera no fuera suficientemente malo, está enloquecido con sus hijos y muy enojado consigo mismo.

En secreto desea de todo corazón que alguien se meta en la situación y lo rescate. Pero si un familiar o un amigo trata de interceder, usted “ladra”: “¡Estoy bien! ¿Me dejás solo?”.

Este es el clásico ciclo de acción y reacción de los hábitos emocionales que dejan al padre y al hij@ llenos de enojo y vergüenza en todos los hogares a través del mundo. Sus hijos dicen o hacen algo que es provocador. Usted les recuerda que eso es inaceptable y les pide que se detengan. En lugar de hacerle caso, sus hijos lo evaden o lo ignoran y hasta pueden reforzar la provocación.

Usted se contiene por un tiempo, pero puede sentir con toda claridad cómo se eleva en su cerebro ese “vapor rojo y ardiente” que es la emoción. Su irritación emocional pasa de caliente a hirviendo y entonces usted reacciona.

Ahora sí consiguió la atención de sus hijos, pero también tiene esa horrible sensación de que todo se está acelerando y no va a terminar bien.

¿Y si hubiera una forma de romper este ciclo? Esta nueva manera requiere desarrollar un músculo de memoria emocional que nos permite comunicarle a nuestro hij@ que venimos de un lugar diferente: un espacio en el que nos hemos vuelto más centrados, cariñosos y también firmes aun cuando nuestro hij@ nos esté provocando.

1. El problema: ¿qué se interpone en nuestro camino para que logremos nuestro mejor estado emocional?

El balcón y el patio

En varias actividades que aplico en el aula y en el patio para estimular el movimiento de mis alumnos utilizo una larga cuerda para marcar los bordes de la zona de juego. Como generalmente al terminar la clase, en vez de enrollarla, los alumnos tiran la cuerda en uno de los bordes del patio, al otro día, cuando queremos jugar, la cuerda está sólidamente anudada y mis alumnos se han convertido en expertos en el arte de desanudarla.

Han ideado dos estrategias para desanudarla más rápido. Una es que un par de alumnos suban al segundo piso y desde el balcón que mira al patio dan instrucciones para ayudar a los “desatadores”.

La segunda estrategia es que han aprendido que nunca deben tironear de un nudo. Si hacen esto es casi imposible desatarlo.

El nudo y las tensiones de las emociones

Las metáforas de las estrategias para desatar los nudos de mis alumnos son llamativas. Podemos aplicar estos mismos simples principios a todas nuestras relaciones y, en particular, a la crianza de l@s hij@s.

Cuando nos encontramos en un nudo de emociones con nuestros hij@s, ¿qué hacemos?

Paso uno:

Suba lo más alto que pueda y salga al balcón.

Primero de todo necesitamos algo de objetividad (¡encender nuestro prefrontal!), no es fácil de encontrar, lo sé, pero es esencial. Es útil subir a nuestra “torre” prefrontal, pararse en su balcón y ser testigo de lo que está sucediendo. ¿Qué necesidades no se están encontrando que están causando que las tensiones emocionales se exacerben?

Podemos identificar una maraña que se está formando y dar instrucciones en vez de ciegamente hacer un desastre y ser incapaz de evitarlo.

Conéctese: “Puedo ver que esto es difícil para nosotros”

Iniciando una conversación con “Puedo ver…” envía un mensaje de que usted ha estado observando. También les asegura a todos que usted no está enojado. Lo más importante de todo: sutilmente le refuerza a su hij@ que ustedes son una familia cariñosa.

Estos son algunos ejemplos:

  • “Puedo ver que esto no está andando bien”.
  • “Puedo ver que esto realmente te molesta”.
  • “Puedo ver que ahora necesitás algo de espacio. Podemos hablar de lo que te molesta más tarde”.

Paso dos:

En el patio desatando el nudo.

¡Es tan fácil anudarse con la culpa y la frustración! Este es el momento cuando tiramos demasiado rápido de la soga, apretando aún más al nudo y sintiéndonos oprimidos por nuestras emociones.

Cuanto más tiramos, más se ajusta el nudo-situación hasta que nuestra familia termina en un caos. Cualquier solución posible al problema se pierde en una maraña de malentendidos y enojo.

En lugar de esto lo que necesitamos hacer es aflojar el nudo.

Trate de ser empático

“¿Podrías, por favor, ayudarme a comprender cómo ves vos esta situación?”.

La solución de cualquier situación es un viaje no un destino. Los niños tienen sus propias perspectivas sobre cómo sucedió una situación difícil.

Podemos manejar la situación de una forma más efectiva si apretamos el botón de pausa (¡autocontrol!) y les pedimos a nuestros hij@s su punto de vista.

Cambie su tono: No es tanto lo que dice sino en la forma en que lo dice.

Las dos estrategias anteriores (Puedo ver… y ¿Podrías por favor ayudarme?) lo ayudan a bajar el tono de su voz, al cual sus hij@s son muy sensibles.

Sobre todo, lo ayuda a cambiar de lugar en su interior. En vez de caer en el usual patrón de incremento, usted puede situarse en el balcón de la objetividad y al mismo tiempo conectarse con sus hij@s en el patio.

Leer segunda parte: clic aquí. 


Referencia bibliográfica:

  • Healy, M. (2018). The Emotionally Healthy Child. California: New World Library.

Imagen: Freepik