
Estar en tu mejor estado emocional cuando tus hijos están en su peor momento emocional (segunda parte)
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Sanando una herida emocional
Se puede hacer un paralelismo entre cómo tratamos nuestros problemas corporales y cómo podemos trabajar con nuestros “moretones” emocionales secundarios a nuestra tarea como padres.
Los kinesiólogos tratan las áreas problemáticas de dos formas. Primero intentan de determinar qué tipo de acción repetitiva está causando la inflamación muscular o articular. Cuando un tipo particular de movimiento repetitivo se ha convertido en un mal hábito (conocido como punto ciego) es necesario que dicho movimiento sea corregido.
Segundo, los kinesiólogos masajean las áreas circundantes para relajar los músculos adyacentes, en vez de empujar y tocar la zona lesionada, lo cual generaría mucho dolor y aumentaría la inflamación.
Los kinesiólogos hacen estas maniobras para disminuir la tensión y generar un espacio más relajado para que la inflamación disminuya.
En nuestras relaciones familiares a menudo tenemos puntos ciegos conductuales, cosas que hacemos una y otra vez que generan inflamación emocional.
Si nos damos cuenta de estos malos hábitos, podemos comenzar a comprender la causa del dolor emocional y descubrir los cambios que debemos realizar.
A continuación, tres ejemplos de malos hábitos:
- Estilos de comunicación sarcásticos o provocadores.
- Ofensas involuntarias.
- Preguntas excesivamente asertivas.
Cuando en forma repetitiva aguijoneamos una situación problemática con nuestros hij@s logramos que la inflamación emocional se exacerbe.
Obviamente las conductas de nuestros hij@s pueden ser a veces irritantes, especialmente cuando hacen la misma cosa una y otra vez.
Pero sentirse frustrado y decirle enfáticamente a su hij@: “Estás actuando como un bebé”, simplemente incrementará la tensión emocional.
Usted y su hij@ han desarrollado un punto doloroso relacional. En vez de punzar sobre este punto, trate de crear un espacio alrededor de él.
La tensión
A menudo presentimos cuándo un problema se aproxima. Las discrepancias se “recalientan” y se incrementan con el paso del tiempo.
Pero aun cuando estas peleas se exacerban rápidamente, tenemos unos pocos segundos para prepararnos para el impacto. Muchas personas describen una sensación de tensión cuando perciben que una pelea se aproxima. Esta es una reacción humana instintiva.
La próxima vez que esté por comenzar una discusión con sus hij@s (o con otra persona) deténgase por un momento y analice qué formas toma su tensión. Trate de subir a su balcón prefrontal y de observarse a sí mismo, de visualizar cómo reacciona.
Dese cuenta en qué parte de su cuerpo usted siente la tensión y cuáles son sus cualidades. Por ejemplo, puede sentir que sus hombros se elevan y se endurecen, o tal vez que sus manos se convierten en puños.
También puede ser que sienta un endurecimiento en su garganta y como resultado su voz suene más opresiva.
Si logra realizar este autocontrol, algo pequeño, pero muy significativo sucederá. Al igual que el kinesiólogo trata de identificar qué acción física está estresando un área problemática, usted está iluminando un foco de atención sobre un hábito emocional inconsciente.
Por supuesto que no podrá cambiar completamente sus reacciones emocionales todas las veces, pero muy probablemente será capaz de reducir la intensidad de las situaciones mucho más a menudo.
Cuanto más se incremente su autoconsciencia, mayores serán sus posibilidades de evitar heridas emocionales repetitivas.
Con mayor frecuencia nuestras reacciones físicas ante una situación estresante aparecen primero y las palabras fluyen después. Sí, las cosas emocionales suceden muy rápidamente, pero es posible entrenarse para darse cuenta cuándo nuestro cuerpo comienza a centrarse en el patrón tensional. Esto puede servir como una señal de advertencia de que palabras provocativas están a punto de salir de su boca.
La neurobiología es bastante clara. En el momento en que usted activa su cerebro observador (o sea, la corteza prefrontal) tiene posibilidades de anular la respuesta de luchar o huir (o sea, la respuesta de estrés).
La pequeña pausa que usted genera es de suma importancia en su capacidad para liberarse de viejos y nada saludables hábitos emocionales.
Resumiendo: hemos establecido un sistema de advertencia precoz que lo ayudará a evitar sobrecargar un grupo de músculos emocionales.
En vez de esto, sus intercambios con sus hij@s serán a través de un rango mucho más amplio de músculos emocionales. Y al final del día, cuando esté acostado en su cama, se sentirá cansado, pero satisfecho por un día en familia bien vivido.
Descarrilamientos del pasado: las cosas se acumulan
La mayor parte del tiempo la vida familiar va tirando a lo largo de las vías de la vida diaria. El tren se enlentece en las cuestas empinadas, en las cuales algunos problemas necesitan ser resueltos, luego acelera el paso recuperando su ritmo regular.
Pero cuando las cosas pasan demasiado rápidamente, la vida familiar puede sentir como que se sale de las vías. Descarrilar puede ser peligroso. Las personas pueden lastimarse. Y cuando todo movimiento hacia adelante cesa, se requiere de un gran esfuerzo para que la familia vuelva a encarrilarse.
Exploraremos las causas más comunes de “descarrilamiento familiar”.
No debe sorprendernos que algunos sean gatillados por problemas no resueltos de nuestro pasado, algunos por reacciones a algo que está sucediendo en el presente y otras por ansiedades acerca del futuro de nuestros hij@s.
Encontrando lugares para poner las cosas
Las cosas se suelen acumular, especialmente aquellos tipos de cosas que no tienen un lugar específico para ser guardadas u organizadas.
Vemos esa cosa desordenada fuera de lugar, y como no tenemos una mejor opción, tenemos que dejarla en el lugar en donde está.
Podemos tener una vaga sensación de fastidio de que esa cosa continúa “merodeando”, estorbando día tras día. O podemos levantarla y caminar con ella por un rato y luego colocarla en otro lugar al cual no pertenece.
Algo interesante es que esta descripción se puede aplicar a una remera sucia como así también a una emoción no resuelta.
La pregunta es ¿por qué pasa esto? Primero, como ya lo hemos mencionado, no tenemos ningún lugar específico para ponerla. Y segundo, aún cuando tengamos un lugar, es más fácil en nuestras ajetreadas vidas dejar la “cosa” donde está.
De cualquier manera, esta “cosa” fuera de lugar lo dejará con un sentimiento de frustración y a su espacio abarrotado y desordenado.
Las cosas atraen cosas
¿Ha notado que cuando una cosa no tiene un lugar donde estar o no es colocado donde pertenece tiende a atraer otra cosa perdida o descartada? Alguna extraña fuerza magnética parece entrar en funcionamiento.
Sus hij@s tienen un sexto sentido en relación a los lugares no resueltos en su casa o en su mente, ¿no? Tirarán su ropa sucia emocional en una pila justo al lado suyo. Pronto tendrá una pila creciente de cosas para nada atractivas cerca suyo.
¿El resultado? Nos movilizamos de un deseo generalizado de que las cosas estarán un poco más prolijas hacia un fastidio creciente de que un desorden acumulativo está siendo ignorado. Esto finalmente se transforma en una ráfaga de actividad teñida de rabia porque “¡ya estamos hartos!”.
Al final podemos sentirnos abrumados por el desorden emocional no resuelto que nos asedia.
Es histérico, es histórico
En realidad, no son solamente la acumulación de cosas las que generan enojo sino también nuestra frustración debida a nuestra falta de organización para manejar este tipo de problema.
Cuando en un artículo deportivo que hacía un análisis sobre un partido de básquet leí “Si es histérico, es histórico”, me di cuenta de que esta frase perfectamente resume cuan desproporcionados pueden ser nuestros estallidos emocionales en relación a las causas que las gatillan.
Muchos de nuestros sentimientos más intensos e históricamente no resueltos se originan en nuestra niñez y en nuestra adolescencia. Pero también muchos problemas no resueltos pueden haberse generado durante la vida adulta y causarnos desproporcionados arrebatos emocionales que confunden y asustan a nuestros hij@s.
Debido a nuestros arrebatos nuestros hij@s comienzan a observarnos con recelo y a distanciarse de nosotros, generando conductas parentales aún más problemáticas. De esta forma se inicia un ciclo de desavenencias entre padres e hij@s.
El primer paso que podemos tomar para romper este ciclo es explorar las experiencias no resueltas que tenemos. Necesitamos reconocer y examinar cuidadosamente nuestras emociones, pero no de una forma generalizada. Nuestro objetivo es más modesto. Debemos estrechar la apertura de la lente a través de la cual estamos mirando para poder focalizarnos en qué influencias del pasado están afectando nuestras conductas parentales.
Adicción a la armonía
La búsqueda de la felicidad puede ser como un sueño ansioso en el cual el objetivo de nuestra persecución compulsiva continúa desapareciendo cada vez que estamos a punto de alcanzarlo, permaneciendo seductoramente fuera de nuestro alcance.
Debemos cuidarnos de la “adicción a la armonía” en la cual nos esforzamos diariamente por lograr experiencias familiares tipo “arco iris de colores”.
Todo el mundo sabe que una imagen idealizada de la familia en la cual todos son felices y están contentos todo el tiempo es un espejismo, y a pesar de esto el deseo de lograr este espejismo yace profundamente en nosotros.
Necesitamos recordar que no logramos la felicidad en el funcionamiento familiar meramente rechazando las partes de nosotros que no nos gustan, aun cuando es tentador pensar que podemos tirar esos sentimientos en un basural de emociones no deseadas y de experimentos de fracasos parentales.
Cómo los patrones pasados distorsionan la paternidad en el presente
Dos patrones principales del pasado pueden causar malestar cuando nos enfrentamos a conflictos parentales. El primero se manifiesta cuando provenimos de un hogar en el cual el principio prevalente era “no nos metemos en conflictos”.
En familias como estas, las tensiones son silenciadas rápidamente y nunca se permite que salgan a la superficie.
El segundo patrón involucra la expresión externa frecuente de un enojo siniestro, indiscriminado y absoluto. Los niños simplemente se sienten completamente abrumados por estas expresiones. No saben cómo hacer frente a estas emociones brutales.
Estos dos extremos pueden gatillar los siguientes patrones en nuestro estilo de crianza:
- El conflicto se asocia con falta de seguridad.
- No conocemos estrategias de reducción de la tensión.
- Nos alejamos de las emociones intensas.
- Viejos patrones destructivos de resentimientos persisten por décadas porque no hemos trabajado de forma adecuada sobre ellos.
- Nos sentimos incómodos cuando nuestros hij@s están molestos y enojados.
- Amontonamos todas las emociones intensas en la canasta de la evasión y perdemos las oportunidades de resolver problemas cuando todavía son pequeños y aún son fáciles de manejar.
- Asociamos el enojo con sentimientos más profundos de impotencia.
Corremos el riesgo de repetir los patrones enumerados con nuestros hij@s y de crear la justificación de la ira.
Cuando afirmamos que fuimos criados en una familia en la cual “nos decíamos la cruel verdad” estamos en plena justificación de la ira.
Si podemos aprender a evitar la adicción a la armonía y aceptar que las tensiones emocionales son una parte natural de vivir en una familia, podemos experimentar una felicidad saludable en nuestra vida en común.
Referencia bibliográfica:
- Healy, M. (2018). The Emotionally Healthy Child. California: New World Library.
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