
Estrés, neuroplasticidad y aprendizaje
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Cuando se enseña en una clase sobre el concepto de estrés, no hay mejor manera de hacerlo que indagando en los alumnos sobre su propia experiencia. La primera pregunta que surge es: ¿qué sienten antes de rendir un examen? Y las respuestas serán varias: “un nudo en la garganta”, “se me cierra el estómago”, “transpiro”, “se me acelera el corazón”, “nervios”, “ansiedad”, etc.
Todas éstas son manifestaciones del sistema nervioso simpático, es decir, la primera fase en la respuesta de estrés llamada reacción de alarma (lucha o huída).La segunda pregunta que aparecerá será ¿y para qué sirve el estrés? Desde la perspectiva biológica diremos que es el recurso que posee el organismo para responder a un estímulo demandante de energía. De ahí la denominación de lucha o huída, algo que en el escenario de un examen aparentemente no nos resulta “adaptativo”. Sin embargo, la movilización de glucosa hacia los músculos también ocurre hacia el cerebro, incrementando el nivel de alerta, en beneficio de la situación que estamos describiendo.
Cuando el estresor se mantiene en el tiempo entran en juego otros sistemas como el endócrino, en la fase de resistencia, y luego el inmunológico, en la última fase “de agotamiento”.
Los alumnos no están inmersos en un medio ideal. Su historia personal, su situación actual, conflictos, horas de sueño, conducta alimentaria, enfermedades, etc., suman estímulos estresores.
El estrés crónico que lleva a la fase de agotamiento tiene efectos negativos en el cuerpo y también en el rendimiento académico, ya que afecta la memoria. Gracias a los conocimientos actuales sobre neuroplasticidad sabemos que en esta situación se produce muerte celular a nivel del hipocampo, una estructura clave para la consolidación de la memoria de corto a largo plazo y, por ende, vital para el aprendizaje.
En la actualidad el concepto de estrés involucra al proceso de valoración o evaluación psicológica (autoevaluación) con un rol fundamental que puede tomar dos formas:La diferencia entre el concepto de estrés enunciado por Hans Selye (1936) y el de Richard Lazarus (1966) es la interpretación que hace el individuo de su relación con el medio. Peter Sterling, en 1988, y Bruce McEwen, en el 2002, desarrollaron el concepto de alostasis, que es el nivel de actividad necesario del organismo para mantener la estabilidad en ambientes en constante cambio respondiendo al estrés psíquico o físico, interno o externo, activando el sistema autónomo, el eje hipotálamo-hipófiso-adrenal, el cardiovascular, el metabolismo y el sistema inmune.
I) Valoración primaria: un patrón de respuesta inicial en el cual la persona evalúa la situación, como por ejemplo:
* Valoración de amenaza: se produce cuando la persona anticipa un posible peligro.
* Valoración de desafío: se presenta ante una situación en la cual existe una valoración de amenaza, pero existe la posibilidad de ganancia y la persona cree que puede manejar el estresor por medio de sus recursos.
* Evaluación de pérdida o daño cuando ha habido algún perjuicio, como una lesión o enfermedad incapacitante, algún daño a la estima propia o social, o bien haber perdido algún ser querido.
* Valoración de beneficio, no genera reacciones de estrés.
II) Valoración secundaria: se busca determinar las acciones a realizar para enfrentar el estresor y se tiene la percepción de que se poseen habilidades de afrontamiento. La interacción entre la valoración primaria y secundaria determina el grado de estrés y la intensidad de la respuesta emocional (Lazarus & Folkman, 1986).
Como docentes debemos ―a través de las propuestas pedagógicas― plantear para el trabajo áulico y su posterior evaluación situaciones que sean valoradas en primera instancia como desafíos que se puedan asumir como posibles, brindándole al alumno la seguridad de que le hemos dado herramientas suficientes y de que posee los recursos necesarios para alcanzar los objetivos satisfactoriamente.
Una estrategia que elimina la valoración de amenaza es la práctica y la coherencia entre lo que se enseña y luego se evalúa, no sólo respecto a los contenidos sino también a ser muy precisos en la elección del diseño de la evaluación.
El aprendizaje requiere de memoria y de emoción; la respuesta de estrés y la emocional utilizan circuitos neuronales comunes que son claves para guardar la información a largo plazo.
La resiliencia ―capacidad de enfrentar una situación y obtener un beneficio a partir de que ésta sea superada― representa también la búsqueda de patrones psiconeurobiológicos para adaptarse a los cambios.El aprendizaje a nivel neuronal se explica por procesos de plasticidad y la búsqueda de nuevas estrategias a la flexibilidad.
La corteza dorsolateral prefrontal se encuentra estrechamente relacionada con los procesos de planeación, memoria de trabajo, fluidez (diseño y verbal), solución de problemas complejos, flexibilidad mental, generación de hipótesis, estrategias de trabajo, seriación y secuenciación (Stuss & Alexander, 2000); procesos que en su mayoría se consideran funciones ejecutivas.
Esta corteza se relaciona con la amígdala y el hipocampo, estructuras que en el estrés crónico se ven afectadas en forma diferente. La amígdala incrementa su trabajo, ya que es el centro integrador de la respuesta emocional y en el hipocampo, por su parte, el aumento de cortisol provoca muerte celular. Recordemos que el hipocampo es fundamental para la consolidación de la memoria de corto a largo plazo; en él se ha corroborado la potenciación a largo plazo y la neurogénesis.
La neuroplasticidad y el aprendizaje son procesos que se potencian, alteran y hasta se ven perjudicados según la presencia, intensidad y duración de factores estresores.
Por ello, a pesar de que evitar las situaciones estresantes previas al inicio de la clase resulta muy dificultoso para el docente, es importante generar contextos educativos que brinden seguridad y tranquilidad al alumno, en donde las situaciones de estrés puedan superarse: éste será un gran paso para mejorar la educación.