
Gestión de incompetentes en el aula
Artículo de uso libre, sólo se pide citar autor y fuente (Asociación Educar).
Reconocer la incompetencia propia y ajena
Con estos bueyes hay que arar: ¡TODOS somos incompetentes!
“El optimista cree que vivimos en el mejor de los mundos, el pesimista teme que eso sea cierto.” Anónimo
Si piensa que la mayoría de los alumnos que lo rodean son incompetentes, usted seguro también lo es. Pero no se preocupe demasiado por eso.
Lo que le pasa es de lo más común. Uno de nuestros principios pedagógicos es que con estos bueyes hay que arar. Una idea que le resultará muy práctica, siempre que se incluya a usted mismo en esta categoría.
Cinco consejos para mejorar la gestión de alumnos
- Dedicar un periodo de tiempo a la semana para convivir con sus estudiantes.
- En el próximo mes, almuerce con ellos.
- Abra una ficha de información personal (de incompetencias) de cada alumno y consúltela en forma semanal.
- Acepte que un alumno suyo hace algo relevante y reconózcalo en público.
- Enseñe, en el plazo de un mes, una habilidad concreta a un alumno al que criticaba precisamente por no dominarla.
Gestione la incompetencia porque la competencia viaja sola
“Gestionar” alumnos es dirigir alumnos incompetentes, pero los docentes que lo hacemos también lo somos, y, como el plomero, aprendemos por prueba y error.
Recordando a Sócrates podemos decir que el principio de todo aprendizaje es el reconocimiento de la propia ignorancia. Negarla es desactivar la posibilidad de aprendizaje.
Mini-evaluación sobre el arraigo de la cultura de la incompetencia en su escuela
- ¿Tiene una descripción de sus propias incompetencias?
- ¿Se reconocen y trabajan los puntos débiles de cada alumno?
- ¿Se han identificado algunas incompetencias de la institución? Aquí no sabemos hacer esto, no hemos aprendido todavía a…, etc.
Mini-evaluación sobre su competencia como docente
- ¿Tienen sus alumnos la sensación de tener un buen docente?
- ¿Se alegran cuando lo ven en el aula?
- ¿Cree que su estadía en el aula genera buenas “vibraciones” entre sus alumnos?
El síndrome de verse rodeado de incompetentes
Una sensación que tenemos los docentes a menudo en el aula es que estamos rodeados de alumnos incompetentes. Nos pasamos la vida explicando y los estudiantes siguen cometiendo los mismos errores.
Nos parece que nuestros alumnos son cada día más “burros”, que se ha perdido la cultura de estudiar, etc. Incluso sospechamos que nuestros alumnos llegaron al aula por motivos extraños.
Quien se lamenta que está a cargo de una clase de inútiles transmite un mensaje de incapacidad personal. Es como el padre que se queja de que su hijo es un maleducado cuando él es el responsable de esa educación.
Recuerde el dicho “acá son todos unos egoístas, el único que piensa en mí soy yo.”
Cuesta ver el talento cuando está muy cerca
Muchos docentes sufren de hipermetropía: aprecian mejor el talento cuando está lejos que cuando esta cerca. Desvalorizan a sus alumnos y sobrevaloran a los de otros docentes.
Mandamientos para dirigir bien a los alumnos
- Tener planes lentos.
- Seguir planes abiertos y espiralados.
- Superar el miedo a perder el control de la situación.
- Renunciar a una evaluación exhaustiva.
- Mantener el buen humor.
Rápidamente los programas pierden su intención original y se convierten en una obligación más que se realiza con el espíritu del cumplimiento (cumplo y miento).
Vivimos bajo el paradigma de lo abstracto:
Todo parece muy filosófico; es difícil resolver los problemas humanos en la educación sin haber leído el MOCO: MOtivación y COmunicación.
¡Minucias no!
¿Vale la pena? → No → ¡Olvidar!
Diagnosticamos nimiedad (incompetencia irrelevante) a los inconvenientes que más vale no prestarles atención. Ante la menudencia la acción educativa más eficaz es olvidar, pasarla por alto. Hay dificultades en el aula que no vale la pena tratar porque no afectan el desempeño educativo.
Como ya hemos afirmado, enseñamos a incompetentes, no a seres perfectos.
TODOS tenemos nuestras fallas y limitaciones, nuestros días malos y nuestras frases inoportunas. No deberíamos escandalizarnos al descubrirlo.
El despistado feliz
El despistado feliz que no es consciente de su incompetencia
¿Vale la pena? → Sí → ¿Es consciente? → No → ¡Advertir!
Podemos tener un alumno que cuyo desempeño es malo, pero como no es consciente de ello vive feliz. Su problema está en su zona ciega: no lo ve. En ese caso la acción pedagógica es advertirle de la existencia del problema.
¡Cuántas cosas puede arreglar una simple advertencia! Hay que saber decir a tiempo, “Houston –acá va el nombre del alumno–, ¡tenemos un problema!”.
A veces los alumnos pasan semanas sin recibir orientaciones. Quizás hablamos mucho sobre ellos y poco con ellos.
El hiperactivo miope
El hiperactivo miope que no entiende lo que tiene que hacer
¿Es consciente? → Sí → ¿Lo entiende? → No → ¡Explicar!
Puede suceder que el alumno intuya que no hace las cosas muy bien y no entienda que lo está haciendo mal. No sabe en qué se equivoca. La acción pedagógica más eficaz es… ¡Explicarle!
Muchas veces presuponemos que los estudiantes ya tienen los conocimientos necesarios y nos ponemos nerviosos cuando constatamos qué hay que explicarle todo desde el principio. Pues lamento recordarlo: hay que explicarles todo en repetidas oportunidades.
El torpe
El torpe que no sabe hacer
¿Sabe cómo hacerlo? → Sí → ¿Sabe hacerlo? → No → Entrenar
A veces confundimos el saber cómo hacer con el saber hacer. ¡Grave error!
Es como pensar que los comentaristas deportivos de salón, que saben cómo se debería tirar un penal, supieran por ello cómo patearlo.
Nuestras escuelas y universidades están llenas de “expertos” que adoctrinan cómo deben enseñar los demás aunque ellos no lo sepan hacer. Pueden tener múltiples títulos, haber asistido a decenas de congresos, leído centenares de libros, incluso haberlos escrito, pero no saben hacer lo que dicen sus teorías porque sencillamente nunca lo han hecho.
¡Solo se aprende a hacer haciendo y equivocándose!
Hasta ahora hablamos de incompetencias relacionadas con la percepción y el conocimiento. Ahora introducimos la incompetencia en la práctica.
Existe la suposición de que el conocimiento de una rama del saber capacita inmediatamente para enseñarla. Como si saber la teoría de cómo conducir un auto diera por supuesta la enseñanza práctica para manejarlo.
Sería muy cómodo que existieran cursos para adquirir cualquier competencia: creatividad, paciencia, etc. Sería como encontrar comprimidos para curar cualquier carencia. Lamentablemente, las capacidades se desarrollan por repetición.
La práctica del entrenamiento es también enemiga de la precipitación, del aprenda inglés en siete días. Entrenar exige tiempo. Solo se adquieren aptitudes con esfuerzos: no hay atajos.
La buena pedagogía del entrenamiento recomienda que es mejor muchos pocos que pocos muchos.