
El camino de la gula en el cerebro
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Científicos de la Universidad de Michigan han identificado componentes químicos que disparan el impulso de devorar dulces sin freno.
La región implicada es el neoestriado y las áreas que constituyen lo que se denomina estriado ventral (núcleo caudado, putamen, núcleo accumbens). Algunos estudios en humanos a través de imágenes de resonancia magnética han sugerido que el neoestriado se activa cuando personas con sobrepeso u obesidad miran los alimentos o un adicto a los estupefacientes mira a otros consumiéndolos.
Para investigar esta región del cerebro, los investigadores estudiaron los cambios en la química del neoestriado en ratas de laboratorio cuando se encuentran en reposo, hambrientas y se les ofrece comida después de haber comido. La tentación ofrecida fue chocolate, específicamente M&M’s. “El chocolate provee dulzura y gordura”, dijo la biopsicóloga Alexandra DiFeliceantonio en la Universidad de Michigan, autora del trabajo.
Con el uso de un catéter, los investigadores tomaron muestras de fluido de la neoestriado durante estas etapas para discernir la actividad de los neurotransmisores. Se observó un aumento pronunciado en un neurotransmisor en particular ―encefalina― cuando las ratas empezaron a alimentarse. La encefalina, que como el endorfina, es un neurotransmisor que envía señales placenteras. Los científicos observaron que cuanto más fuerte era la subida de encefalina, más rápido las ratas devoraban M&M’s.
Finalmente, después de haber ingerido unos 10 M&M’s en 20 minutos, las ratas normales se saciaban y dejaban de comer.
Con la esperanza de encontrar un vínculo bidireccional entre los receptores de opioides del neoestriado y los festines, los investigadores inyectaron un opioide artificial directamente en el neoestriado. Cuando se le ofrecía el M&M’s a las ratas, el frenesí empezó de nuevo, pero esta vez la mayoría de los animales devoraron más de 17 confites cada uno. Esto es comparable a que un ser humano de 68-kilogramo coma tres kilos de chocolate en una hora. Además, no hubo indicios de que pudieran parar y debieron ser desplazados por la fuerza.
Esto llevó a los investigadores a creer que los receptores de opioides del neoestriado activan un sistema de motivación intensa, conduciendo a las ratas a perseguir recompensas desenfrenadamente.
La proximidad de la región a la red de placer del cerebro significa que el trabajo puede tener implicaciones para otras actividades de ocio y vicios.
En resumen el estudio destacó que:
- El aumento de encefalina en el neostriado es disparado por el consumo de recompensas dulces.
- La ingesta intensa es generada específicamente en la parte anteromedial del neoestriado dorsal.
- La estimulación opioide del neostriado causa más consumo pero no más “preferencia” por los dulces.
El neurocientífico Gary Wenk, de la Universidad Estatal de Ohio, explica que las razones evolutivas pueden ayudarnos a entender por qué nuestro cerebro también nos impulsa a comer en exceso: "Hemos evolucionado de tal forma que cuando encontrábamos comida, tendíamos a comer todo lo que se podía". Esto no sólo aseguraba los nutrientes necesarios, sino que evitaba que los competidores robaran nuestro alimento. El cerebro ayuda mediante la activación del sistema que estimula la recompensa eufórica, contrarrestando las molestias de una cintura hinchada y alentando la ingesta de un bocado más.
Si bien todavía no se han publicado estudios que verifiquen este impulso al exceso en el cerebro humano basta pasar por un restaurante de comidas rápidas para saber, por experiencia, que si comenzamos a ingerir ese tipo de alimento nos va a ser necesaria una hábil y adiestrada corteza frontal (considerada el área capaz de liberarnos de la tiranía de los impulsos) para poder suspender la ingesta.
Referencia:
- DiFeliceantonio, A. G., Mabrouk, O. S., Kennedy, R. T., & Berridge, K. C. (2012). Enkephalin Surges in Dorsal Neostriatum as a Signal to Eat. Current Biology, 22(20), 1918-1924. doi: 10.1016/j.cub.2012.08.014