El síndrome de retraso de fase es uno de los tipos de insomnio que los adolescentes pueden presentar. Generalmente, está emparentado con su cambio en actividades y vida social.

Insomnio en niños y adolescentes

Fecha 17 de Octubre de 2017

Basado en el artículo de S. Miano y R. Peraita-Adrados 

Tipos especiales de insomnio

Un tipo particular de insomnio del adolescente es el síndrome de retraso de fase. Se trata de una forma de insomnio peculiar debido a cambios en las actividades y en la vida social del adolescente. Las salidas por la noche y otras actividades no facilitan la conciliación del sueño nocturno, lo que conlleva a una insuficiencia y una deuda de sueño que ocasiona una somnolencia diurna excesiva y una merma en el funcionamiento diurno.

Los criterios diagnósticos del síndrome de retraso de fase son: el paciente se queja de la imposibilidad de conciliar el sueño y despertar a la hora deseada; presenta somnolencia diurna excesiva; se produce un retraso del episodio mayor de sueño en relación con la hora de dormir; y los síntomas tienen al menos un mes de duración. El trastorno se observa en jóvenes que se adaptan con mucha dificultad al turno de trabajo matutino. Por la tarde notarán una gran mejoría de su nivel de vigilancia. Es típico que estos adolescentes duerman muchas horas los fines de semana para poder mantener el horario en días laborables. Durante las vacaciones, suelen notar un alivio considerable de su sintomatología.

En este trastorno, el hecho diferencial importante es que el paciente tiene un sueño nocturno de calidad y cantidad suficientes, y se despierta espontáneamente por la mañana. No precisa un horario estricto.

La hipersensibilidad a la iluminación nocturna puede ser un factor precipitante. Se ha visto una reducción del tiempo de sueño en el adolescente que padece un síndrome de retraso de fase, lo que sugiere que estos pacientes tienen una alteración de los mecanismos compensadores después de una privación de sueño. Las complicaciones sociofamiliares y escolares pueden llegar a ser relevantes, debido a que el absentismo y el retraso repetido de llegada al colegio no se toleran en nuestro medio, y el adolescente es considerado indolente por padres, compañeros y profesores. La ingesta de alcohol o de medicación sedante son algunas de las complicaciones que aparecen en algunos casos.

Insomnio y comorbilidad psiquiátrica

Muchas enfermedades psiquiátricas –trastorno afectivo, psicosis, trastorno de ansiedad (incluyendo el trastorno de estrés postraumático), trastorno de abuso de sustancias, trastorno de la alimentación, y TDAH– se asocian con alteraciones del sueño y su relación es, a menudo, bidireccional.

El espectro de los trastornos asociados incluye insomnio, hipersomnia, pánico nocturno, parálisis de sueño, alucinaciones hipnagógicas, síndrome de piernas inquietas con movimientos periódicos de las piernas, síndrome de apnea obstructiva del sueño y parasomnias.

El trastorno de ansiedad es uno de los más prevalentes entre los trastornos psiquiátricos del niño, incluyendo el trastorno de ansiedad por separación, el trastorno de ansiedad generalizado, la fobia social, fobias específicas, trastorno obsesivo compulsivo, trastorno de estrés postraumático, trastorno de pánico (con o sin agorafobia) y trastorno de ansiedad.

La ansiedad se caracteriza por un estado de hipervigilancia; se relaciona estrechamente con una falta de regulación del sueño. La mayoría de los niños y adolescentes con trastorno de ansiedad tienen alteraciones del sueño transitorias, y más del 50% tienen un trastorno crónico de sueño.

El problema de sueño más frecuente en niños con trastorno de ansiedad es el insomnio de conciliación y de mantenimiento, despertares nocturnos frecuentes, rechazo a ir a la cama, colecho, pesadillas y miedo nocturno.

Los síntomas de ansiedad están fuertemente asociados con hábitos de sueño específicos: dormir con la luz encendida o precisar un juguete o cualquier otro objeto para adormecerse, sensibilidad al ruido, miedo a la oscuridad o a quedarse solo, necesidad de un ritual al acostarse, pesadillas y llanto durante el sueño.

Las pesadillas recurrentes a menudo se observan en niños con trastornos de ansiedad y constituyen la huella de una experiencia traumática o de un abuso. En la fase aguda predominan la hipervigilancia, el trastorno de sueño y los flashbacks, mientras que en la fase crónica predominan el desapego, la tristeza, el abotargamiento, la disociación e incluso el aumento del sueño.

Insomnio y trastornos cognitivos

La mayoría de los estudios relacionados con alteraciones de sueño en niños con trastornos mentales refiere alteraciones inespecíficas, como trastorno de la conciliación y del mantenimiento del sueño, del ritmo sueño-vigilia o somnolencia diurna.

La falta de conocimiento de problemas específicos de sueño, como trastornos respiratorios o movimientos periódicos de las extremidades, en niños con retraso mental puede deberse a dos factores: los padres no perciben que el niño tiene un trastorno de sueño o bien tienden a minusvalorar el problema de sueño. La epilepsia y otras enfermedades neurológicas aumentan el riesgo y la gravedad del insomnio o de la alteración del ritmo sueño-vigilia.

La discapacidad locomotora grave, la ceguera y la actividad epiléptica predicen el aumento de somnolencia diurna y de la fragmentación del sueño. La prevalencia del insomnio es muy superior (del 30-50%) en niños en edad escolar con debilidad mental.

El insomnio es el principal problema en niños con trastornos del espectro autista (TEA) y su naturaleza es multifactorial: involucra factores etiológicos como los psiquiátricos (ansiedad) y conductuales (malos hábitos de sueño).

Los niños con TEA experimentan trastornos de sueño similares a los típicos del desarrollo, aunque su prevalencia es mucho mayor (44-83% en edad escolar). Los cuidadores refieren que el insomnio es el trastorno de sueño más frecuente, y consiste en dificultad para conciliar y mantener el sueño, sueño inquieto, resistencia a ir a la cama, colecho, alteraciones de la higiene del sueño y despertar matutino precoz. Ambos tratamientos, farmacológico y no farmacológico, se han utilizado para los trastornos de sueño del niño autista.


Referencia bibliográfica:

  • Miano, S., & Peraita-Adrados, R. (2014). Insomnio pediátrico: clínica, diagnóstico y tratamiento. Rev Neurol, 58(01): 35-42.

Imagen: keywordsuggest.org