
La motivación e interacción social despiertan la atención y sincronizan los cerebros
Los Homo sapiens sapiens somos una especie que goza de un cerebro altamente social y son diversos los estudios que indagan sobre nuestros comportamientos en grupos, el valor de los vínculos, cómo afecta la soledad a nuestra salud, entre otros. Actualmente, se han sumado trabajos que presentan cómo las ondas cerebrales pueden sincronizarse cuando compartimos determinados contextos y experiencias.
Dentro de este último modelo se encuentra una investigación liderada por las neurocientífica Suzanne Dikker, de la Universidad Utrecht, de los Países Bajos, y del profesor David Poeppel, del Instituto Max Planck, en Alemania.
Durante seis meses ambos realizaron el seguimiento de 12 estudiantes de secundaria y su profesor a lo largo de las clases regulares de biología. A los jóvenes se les pidió que llevaran planillas de autoinformes y, además, se les registró su actividad cerebral a través de equipos de electroencefalografía (EEG) portátiles.
Pasado el semestre, los científicos compararon los resultados de los estudiantes entre sí, en la búsqueda de patrones de actividad cerebral sincronizada. Luego los fueron relacionando con las planillas del autoinforme que cada uno había completado en las clases. Allí debieron volcar su apreciación sobre qué les habían parecido en diferentes momentos y días la materia, estilos de enseñanza, propuestas prácticas, etc. También las apreciaciones sociales, como afectividad y vínculo con sus diferentes compañeros y cuan agradable les resultaba el profesor.
Los resultados observados por el equipo de Dikker y Poeppel dictaminaron que las ondas cerebrales de los alumnos estaban más sincronizadas entre sí cuando estaban más comprometidos con lo que se les presentaba, con cuan agradable les resultaba el profesor y con el vínculo que tenían entre ellos.
Los investigadores consideran que la respuesta de sincronización se debe a mecanismos de atención compartidos durante los espacios grupales. Esto se vincula con que existe un fenómeno llamado arrastre neural, en el cual las ondas cerebrales se sincronizan con las ondas de sonido o los patrones de luz del mundo exterior, y que cuanto más ponemos nuestra atención en los mismos, más se coordinan nuestras ondas con ellos.
Por lo cual, si varias personas están comprometidas con lo que ocurre en un determinado contexto, sus ondas cerebrales tenderán a asemejarse. Al parecer, esto acontece cuando se coordinan acciones tales como bailar, conversar o mover en forma conjunta algún elemento.
Una variante que arrojó un resultado significativo fue pedir a algunos de los alumnos que miraran a su compañero de al lado durante dos minutos antes de comenzar la clase, descubriéndose que quienes habían realizado esa acción de conectarse con el otro presentaban luego patrones cerebrales aún más sincronizados.
Este desenlace sucedía incluso aunque no compartieran ninguna actividad y solo escucharan al profesor o vieran un video. Por lo que los investigadores se animan a expresar que la interacción social antes del aprendizaje podría ser un punto importante a tener en cuenta para integrar y dar impulso al contagio social de compartir una experiencia.
Otro estudio que permitió observar el efecto de sincronía cerebral fue realizado por la neurocientífica Jessica Grahn, del Western University de Londres, quien junto a su equipo pudo notar cómo las ondas cerebrales de personas que compartían un recital en vivo se asemejaban. Es decir, cuánto más conectado se sentía alguien con las demás personas y los artistas mayor era la sensación de disfrute del espectáculo.
Al parecer, mientras más atentos estemos a los mismos estímulos del medioambiente, más se sincronizan nuestros cerebros, algo que nos permite comprender la sigla que usamos en Neurosicoeducación UCCM MA (Unidad Cuerpo Cerebro Medioambiente).
Sin lugar a dudas, somos seres altamente sociales y este nuevo modelo de estudios nos permite descubrir lo importante que es para nosotros el mundo de las relaciones y el compartir con los otros. Un mundo en el que por el apuro que llevamos para llegar no sabemos muy bien a donde nos alejamos de algo que es fundamental para nosotros: el darnos tiempo para compartir con otras personas.
Aprovechemos y observemos por unos días cuántas veces miramos a los ojos a las personas con las que interactuamos, las escuchamos con calma o nos sentimos escuchados, damos un abrazo o expresamos nuestro afecto. La propuesta es sencilla, pero nos llevará a reflexionar luego si no necesitamos hacer algún pequeño cambio en nuestra agenda y poner de lunes a domingo: hoy es un buen día para cultivar y cuidar de nuestras relaciones.
Bibliografía:
• Dikker, S., Wan, L., Davidesco, I., Kaggen, L., Oostrik, M., McClintock, J., Rowland, J., Michalareas, G., Van Bavel, J. J., Ding, M., & Poeppel, D. (2017). Brain-to-Brain Synchrony Tracks Real-World Dynamic Group Interactions in the Classroom. Current biology: CB, 27(9), 1375–1380. https://doi.org/10.1016/j.cub.2017.04.002
• Henry, M. J., et al. (2018). Live music increases intersubject synchronization of audience members’ brain rhythms. Cognitive Neuroscience Society Meeting, Boston, March 27.