
Los recuerdos
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La memoria es un terreno resbaladizo y un conjunto de cambios químicos y biológicos que suceden en el cerebro para sustentar el almacenamiento de información con muchos interrogantes por descifrar. Esta función incluye todos los aspectos de los recuerdos, desde el momento en que los datos se adquieren hasta que se estabilizan, almacenan y evocan; es una representación interna del mundo externo que causa un cambio en el comportamiento.
Los científicos todavía no reconstruyeron el camino completo de los recuerdos, aunque está demostrado que en el lóbulo temporal se ubica el hipocampo. Éste es el lugar decisivo para el procesamiento de la memoria que guarda momentos únicos e irrepetibles ―por ejemplo, un cumpleaños o un accidente― en una memoria llamada episódica, la cual nos diferencia de los animales que no pueden viajar en el tiempo.
La memoria es una constante evolutiva y a pesar de las diferencias insalvables, los procesos moleculares y las dinámicas temporales de la formación de los recuerdos guarda paralelismo desde los insectos hasta los humanos.
La sinapsis, o conexión del axón de una neurona con otra, sirve para transmitir la información y generar nuevas respuestas. Así los recuerdos se almacenan en esas redes y la manera en que se transmite el impulso (potencial de acción) entre una y otra célula nerviosa confirma que existen conexiones mejores y peores, por lo que solo el aprendizaje modifica la fuerza y fortalece los circuitos involucrados en cada recuerdo.
Los sentidos adquieren la información y ésta viaja al cerebro respetando los tiempos específicos. La memoria se estabiliza en el período de consolidación adentro de un programa de activación de genes y fabricación de proteínas, los cuales reestructuran los circuitos neuronales en un tiempo que puede durar minutos u horas, de acuerdo con el tipo de información que desea incorporar.
La memoria de corto plazo puede durar media hora; la de largo plazo, días, meses o toda la vida y para que una se transforme en otra es clave lo que pase en ese período crítico, porque la memoria es lábil y susceptible a interferencias. Por eso los recuerdos son frágiles y pueden manipularse, borrarse o desaparecer. Si no se pierden por interferencias durante el período de consolidación, se desvanecen durante la reactivación del mismo; si se agrega información a un recuerdo almacenado, el que se vuelve a guardar es tan distinto que hasta puede cambiar el pasado de una persona.
También la memoria de un individuo puede apropiarse de recuerdos de otro para hacerlos propios, o, implantar algunos nunca experimentados o sentar falsos como si hubieran sido vividos realmente.
El acto de recordar algo concreto provoca que el cerebro reprima y llegue a borrar recuerdos similares que considera de poca importancia. Esta conclusión de científicos británicos da cuenta de que el recuerdo de algo determinado provoca el olvido de uno similar, pero "perturbador", porque el cerebro reprime activamente a los que compiten. Esta afirmación de los investigadores de la Universidad de Birmingham, Inglaterra, asegura que la evocación es un camino de doble sentido: por un lado, recordar algo de forma repetida estabiliza el contenido de la memoria, pero, por el otro, existen indicios de que recordar alguna cosa puede provocar el olvido de otra.
Los expertos creen que el responsable de esto es un mecanismo de inhibición que reprime los recuerdos que provocan interrupciones cuando alguien quiere recordar algo concreto y poco a poco esa represión provoca que se borre. Finalmente, los investigadores mostraron que hay una relación entre la actividad en la corteza prefrontal del cerebro y la supresión de remembranzas: cuanto mayor es esa tarea, más fuerte será el olvido.
Para que la memoria sea eficiente hay que obviar detalles; si no se aprende a armar conceptos, es imposible aprender, como también es fundamental olvidar para borrar y dejar espacio para lo nuevo.
Investigadores de la Universidad de Wisconsin, Estados Unidos, han plasmado mediante imágenes de resonancia magnética la forma en que las emociones vividas se almacenan en el espacio cerebral destinado a la memoria. Sin embargo, para asombro de propios y extraños, han descubierto también que las preocupaciones obsesivas o temores pueden archivarse erróneamente en la memoria como si fuesen hechos ya experimentados. En pocas palabras, un mal presentimiento puede grabarse en el cerebro con la misma intensidad que un recuerdo real y sin haber ocurrido. Explican los expertos que las preocupaciones activan una especie de circuito del miedo que amplifica sensaciones angustiosas tales como volar en avión o hablar en público y condiciona de este modo los comportamientos futuros. No obstante, subrayan que, gracias a la identificación de qué regiones del cerebro participan en esta función de archivo será posible que las víctimas de trastornos postraumáticos puedan aliviar su angustia con intervenciones adecuadas a corto plazo.
Al parecer los recuerdos más persistentes no son los producidos hace menos tiempo, sino los vividos con mayor intensidad emocional. Los acontecimientos emocionalmente perturbadores como un accidente, una agresión o la muerte de un ser querido se imprimen en la memoria con un impacto superior a la de hechos cotidianos. Un estudio publicado en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences relaciona los procesos de premonición o intuición con los propios de almacenamiento de memoria y, según el análisis, pudiera tener implicaciones importantes en el tratamiento de ciertas condiciones psicológicas como el estrés postraumático o la fobia social.
En cuanto a la transformación de temores proyectados en experiencias vividas, hoy se responsabiliza a dos áreas del cerebro en particular: la amígdala y el hipocampo que se activan cada vez que una persona anticipa una situación difícil. Se especula, incluso, con la posibilidad de que la amígdala esté asociada con la formación de recuerdos emocionales, y que el hipocampo ayude al cerebro a formar recuerdos de larga duración.
Históricamente, se ha hablado de tres fases en la memoria: codificación, consolidación y proceso de recuerdo, pero desde hace unos años se ha unido una cuarta, la de re consolidación. La primera instancia marca el momento del aprendizaje; la segunda se vincula a cuando lo aprendido se consolida; la tercera logra recordar y la cuarta fase, la de re consolidación, se da cuando un recuerdo ya consolidado es evocado -por ejemplo, un paisaje o un olor nos puede evocar un recuerdo determinado-. Es aquí cuando se abre un período de labilidad o fragilidad en el cual la memoria puede ser modificada por un factor externo.
Estudios recientes ahondan en el conocimiento sobre cómo se pueden modificar los recuerdos en el cerebro y podrían ayudar a pacientes, por ejemplo, con trastorno de estrés postraumático o adicción a drogas, porque al parecer la memoria es algo mucho más dinámico de lo que tendemos a creer y lejos de funcionar como un disco duro, cada vez que se accede a un recuerdo, se lo reescribe, y, por lo tanto, potencialmente se altera la información que contenía a través de la re consolidación.
Los hallazgos en el procesamiento de recuerdos no sólo están permitiendo buscar maneras de borrarlos, sino de entender cómo la memoria puede ser distorsionada hasta extremos llamativos.
Bibliografía:
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