
Cuento infantil: La sonrisa de Camila
Camila se levantó temprano por la mañana. Se vistió, se peinó y fue al baño a lavarse los dientes. Mientras los cepillaba, se miró en el espejo y… ¡No encontró su sonrisa! Esa sonrisa que la acompañaba durante todo el día.
Desayunó preocupada pensando dónde podría estar… Y fue tal su concentración que no sintió lo rica que estaba la leche con chocolate ni degustó las tostadas con manteca y miel que le había preparado mamá.
Cuando terminó, saludó rápidamente a su mamá y olvidó el abrazo de la “buena suerte” que todos los días se daban.
De camino al jardín no escuchó el ladrido de Chucho, el perro vecino que todos los días la saludaba moviendo la cola cuando la veía salir de su casa.
Ya en el jardín, siguió buscando su sonrisa. “¿Habrá quedado en la caja de las muñecas?”, se preguntó sin encontrar respuesta. “¿En el cajón de los bloques? ¿Tal vez en la lata de crayones”, continuó hablando para sí misma.
Buscando por todos lados no escuchó que sus amigos la llamaban para saludarse en ronda. Ella estaba muy preocupada porque su sonrisa seguía sin aparecer.
En la clase de Música, casi no cantó esperando que se asomara entre las teclas del piano.
En Educación Física perdió jugando al quemado creyendo que la encontraría en la bolsa de pelotas que tenía el profe.
Ya se iba del jardín y aún no aparecía.
Camila estaba cada vez más preocupada y comenzaba a entristecerse…
Al llegar a la casa de su abuela no sintió el olor a torta de chocolate que venía de la cocina.
Pensó, pensó y pensó, pero no recordó dónde había visto su sonrisa por última vez.
Ya por la tarde, su papá fue a buscarla a casa de los abuelos de quienes se despidió entre cansada y triste.
Al subir al auto, la niña se acomodó, lista para continuar con su búsqueda. ¡No se daría por vencida!
Inesperadamente, su papá estornudó tan fuerte, tan fuerte, tan fuerte que se movió todo el auto. ¡Hasta se voló la cajita de pañuelos de papel que tenían para sonarse la nariz!
De la boca de Camila salió una ruidosa carcajada acompañada de una gran sonrisa… De esas que llegan de oreja a oreja.
¡Allí estaba! La vio por el espejo del auto: ¡era su gran sonrisa! ¡Nunca había desaparecido!
Entonces Camila comprendió que su sonrisa aparecía todas las mañanas cuando su mamá le preparaba la leche con chocolate y las tostadas con manteca y miel; cuando Chucho, el perro, movía la cola y ladrando la saludaba al salir de su casa.
También al darse con su mamá el abrazo de la “buena suerte”; siempre que se encontraba con sus amigos en el jardín; al cantar una canción; cada vez que jugaba; con el olor a torta de chocolate y… ¡En los estornudos de su papá!
Así, ¡Camila fue feliz!
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