Olvidar permite profundizar el aprendizaje, filtrando la información que nos distrae y permitiendo algún olvido que, después de reutilizarlo, aumenta el poder de recuperación y almacenamiento.
Muy importantes procesos fisiológicos están estrechamente relacionados con el sueño y los adolescentes consistentemente se caracterizan por dormir poco.
El trabajo de la Asociación Educar señala que cuatro de cada diez chicos de entre 17 y 20 años duerme esas horas diarias, cuando lo recomendable es superar las ocho. Además, la investigación explica por qué “conciliar el sueño es -para los adolescentes- como estudiar con los ojos cerrados”.
En ocasiones necesitamos “borrar” antiguos conocimientos para dejar espacio a los nuevos. Es decir, el saber sí ocupa lugar. No obstante, los recuerdos no desaparecen del todo sino que se almacenan, aunque para acceder a ellos se debe hacer un esfuerzo mayor.
Cuando hablamos sobre información no siempre podemos referirnos a conocimiento: para alcanzarlo es necesario procesar los datos adquiridos. El mecanismo neurobiológico que permite explicar esta diferencia es la plasticidad.
Alguna vez el filósofo y pensador alemán Friedrich Nietzsche aseguró: “todos los pensamientos verdaderamente grandes son concebidos caminando”, la ciencia le dio la razón.
Nuestro cerebro tiene como función principal cuidar de nuestra supervivencia. Por esta razón, ante la aparición de los distintos estímulos se fija en ellos para lograr una respuesta atencional adecuada y acorde a la naturaleza del mismo.
Nuestro cerebro está preparado para los desafíos: lo intrigan, le despiertan curiosidad y lo estimulan. La propuesta de esta ponencia se centrará en cómo hacer para que el alumno perciba la evaluación como un reto, con la dosis de estrés sano que lo ponga en acción sin bloquear sus funciones cognitivas.